EL MITO DE LA FAMILIA: Destino y libertad
Introducción
Nos resulta interesante poner en revisión el concepto de familia o el mito de la familia, apuntando a indagar acerca de cuánto de lo que hacemos en nuestra vida cotidiana en torno al mismo es resultado de elecciones actuales, libres y saludables, y cuánto de ello puede estar siendo en realidad, determinado por efecto de estereotipos, esquemas y patrones culturales de otras épocas, que en la actualidad, puedan estar generando más conflictos que soluciones.
El presente trabajo tiene por objeto detenernos a considerar un fenómeno novedoso que se registra en este tiempo. Novedoso, al extremo de causar una verdadera perplejidad en quienes escriben, que por momentos, produce cierta parálisis, respecto de la producción escrita, e impone la necesidad de realizar un gran esfuerzo para transformar ese congelamiento en estímulo de pensamiento.
Se trata de un fenómeno reciente, el de las Familias Delincuentes o Criminales, entendiendo por ellas, aquellos clanes familiares que se dedican al delito en todas o algunas de sus formas, ya sea como medio o como modo de vida, siendo esta actividad parte natural de su cotidiano vivir.
Son familias que consideran que la actividad delictiva reviste para ellas, la categoría de un trabajo. Es común, en nuestros días, escuchar relatos en donde alguno de los miembros del clan exprese: “Hoy salgo a trabajar temprano”. ¿Son verdaderamente familias? Por ahora, las nominaré con ese término a falta de otro más apropiado…pero con muy poco convencimiento, frente a lo que considero trabajo y a partir de lo que se entiende en nuestra sociedad occidental por trabajar. No creo que el imaginario social concuerde en asimilar el concepto de delito al de trabajo.
Desde luego, que aún a riesgo de caer en el lugar común de anticipar que este escrito planteará más preguntas que respuestas, no puedo dejar de señalar esta sensación. También, es un lugar común decir que es un lugar común…en fin. Avancemos.
Se trata de una emergencia notable en algunos países, en los cuales se registran innumerables casos, desde hace alrededor de 10 años aproximadamente, sin perjuicio de aclarar que organizaciones mafiosas, que actúan en forma de clan e integradas por miembros de una misma familia, han existido tal vez, desde el inicio de los tiempos; hay registros abundantes sobre el tema, ya desde el derecho, la historia, el arte…etc. (la familia Puccio en Argentina, “El Padrino”, etc.).
Múltiples perspectivas se ofrecen como ventanas propicias, desde las cuales observar este fenómeno. Una de las perspectivas que se presenta como insoslayable es la del Lenguaje; otra, la mirada de la Sociología, articulada con lo Político y lo Jurídico y desde otro ángulo, la Genética también, nos bridará su aporte. A su vez, recurriendo a los conceptos aportados por Psicoanálisis Vincular y la Psicopatología, se intentará prefigurar algunas hipótesis diagnósticas. Intentaremos dedicarles un espacio a algunas de ellas.
Desarrollo
Desde el Lenguaje
Una de las principales cuestiones a dirimir será si se puede hablar de familias o cómo nominar a estas organizaciones. No cabe duda de que son organizaciones familiares, cuyos integrantes están unidos a través de lazos biológicos, por un interés común, con funciones diferentes y coordinadas; esto es, padres, madres e hijos, que se dedican al delito.
Ya ha sido dicho en numerosas ocasiones que el término familia crece en su polisemia con el correr de los días. En tal sentido, ¿podemos nominar familia a estas estructuras de parentesco, por el hecho de que sus componentes mantienen un vínculo de sangre? La singular especificidad de la actividad compartida, en tanto delictiva, ¿agregaría un matiz diferenciador respecto de lo que podemos considerar familia?
Entiendo que estaríamos frente a lo que se definiría como familias de funcionamiento violento ad intra y ad extra.
No debemos ni podemos perder de vista las determinaciones del contexto sociocultural que intervienen en estas formaciones.
Somos testigos de una cada vez mayor legitimación de la violencia, naturalización del delito, corrupción y transgresión, despenalización e impunidad, todo lo cual alimenta las tendencias perversas.
Es notable, a su vez, la existencia de una corriente que considero exageradamente despatologizante dentro de nuestro mundo Psico. No puedo dejar de señalar estas preocupantes confluencias.
Por otra parte, y ya que el fenómeno involucra a dos o más generaciones; la vertiente transgeneracional es ineludible en esta aproximación.
El término trabajo también se presenta polémico. Delinquir cuesta trabajo, según sus practicantes, por más habilidad y talento que se hubiese acumulado a través de la experiencia. Pero ¿se trata un trabajo tal como lo concebimos desde el imaginario social?
Veamos cómo lo define la RAE. Encontramos diversas acepciones, de las cuales transcribiré solo algunas por considerarlas apropiadas para el tema en curso. Trabajar se define como verbo que alude a:
a. “Realizar una actividad que exija esfuerzo físico o intelectual, durante un tiempo más o menos largo.
b. Estar alguien empleado en cierta empresa, institución, etc. o ejercer una determinada profesión u oficio.
c. Ejercitar, estudiar o ensayar.
d. Cultivar la tierra.
e. Tratar de influir en una persona para conseguir algo de ella.
f. Acciones que se efectúan para producir un bien.
Frente a lo expuesto, y desde un ineludible posicionamiento ético-jurídico, resulta claro que estamos frente a una verdadera tergiversación de términos. En efecto, esos clanes no producen un bien, sino solo un beneficio propio a costa de los otros. Es habitual leer en las sentencias judiciales una distorsión de los significantes, que llevan a una interpretación totalmente equivocada de los hechos.
Aclaremos que es un hecho que hay más pobres que delincuentes. No podemos asimilar la tendencia delictiva a un estado de necesidad, como causa eficiente de todo delito. Es importante tomar conciencia de este dato y no hacer de este particular una regla general, sino una excepción.
Existen innumerables casos de familias indigentes que no recurren al delito para sobrevivir ni para cubrir sus necesidades. Por eso, la asimilación tan común en nuestros días se torna a todas luces, injusta.
Además, subyace una responsabilidad que pesa y recae en quienes trasmiten información. En tal sentido, quienes tuvieron el privilegio de acceder a un conocimiento que pueda diferenciar lo verdadero de lo falso, lo obtuvieron gracias a la generosidad de otros. Por ello mismo entonces, tienen a su vez, la responsabilidad de transmitir ese conocimiento, en aras de un mayor esclarecimiento y sinceramiento del relato que construye opinión pública y genera condiciones de mayor o menor impunidad.
También, desde el Lenguaje y sobre todo, desde el Lenguaje Jurídico, es necesario realizar una precisión acerca del término delito.
Siguiendo al Código Penal Argentino y la Dogmática Jurídica, se define el delito o crimen como una conducta típica, antijurídica, imputable, culpable, sometida a una sanción penal y a veces, a condiciones objetivas de punibilidad. Supone una infracción del derecho penal. Es decir, una acción u omisión tipificada y penada por la ley.
La palabra “delito” deriva del verbo latino delinquere, que significa abandonar, apartarse del buen camino, alejarse del sendero señalado por la ley. No obstante, la definición de delito ha diferido y difiere todavía hoy entre escuelas criminológicas. Alguna vez, especialmente en la tradición, se intentó establecer, a través del concepto de derecho natural, creando por tanto, el delito natural. Hoy, esa acepción se ha dejado de lado, y se acepta más una reducción a ciertos tipos de comportamiento que una sociedad, en un determinado momento, decide punir.
En algunos sistemas jurídicos, como en el del derecho romano, el de Argentina, el de Chile, se distingue entre “delito civil” y “delito penal”. El delito civil es el acto ilícito, ejecutado con intención de dañar a otros, mientras que constituye “cuasi delito” el acto negligente que causa daño.
Los actos considerados como delitos civiles y cuasidelitos civiles pueden ser también delito penal, si se encuentran tipificados y sancionados por la ley penal. Un delito penal no será a la vez delito civil, si no ha causado daño, como tampoco un delito civil será a la vez delito penal, si la conducta no es prohibida por la ley penal.
Dicho esto, corresponde situar este desarrollo en el campo del derecho penal. Nos aquí a familias que comenten delitos penales. Así, el robo, el homicidio, el hurto, las lesiones, etc., son considerados como delitos para el ordenamiento jurídico criminal, con diferentes agravantes y atenuantes.
¿Qué aportan los estudios genéticos?
Actualmente, no se puede afirmar que la existencia de factores hereditarios sea explicativa de la génesis del delito, dado que no es la enfermedad o la criminalidad lo que se hereda, sino la predisposición.
De acuerdo con el planteamiento de la biología criminal, no todo individuo con tendencias violentas, irascibles, agresivas o excitables llega al delito, sino solo aquellos que no poseen la capacidad para refrenarlas. En ello, como sabemos, la estructura de la personalidad juega un papel de vital importancia.
Este punto de vista resulta de las investigaciones más recientes en el campo de la genética, en relación con el medio. En toda personalidad, deben converger tres elementos: el heredado, que forma el temperamento, el aprendido que influye en el carácter y el medio.
Es relevante mencionar a la criminogénesis, entendida como el conjunto de tendencias que ayudan a explicar las causas que tienen los delincuentes que comenten delitos reiterados, es la resultante del estudio de su vida y entorno. Es decir, que se estudia su comportamiento y conducta para dar explicación a su delito y el perfil del delincuente.
¿Cuál sería la lógica que rige a estas familias?
Respecto de las familias criminales, es permanente la perpetración de robos seguidos de muerte; tal vez, sea esta la figura jurídica más repetitiva consignada en nuestros días por periódicos, noticieros, y estadísticas criminales, provenientes de diferentes juzgados penales. Se registran en su mayoría, tanto en grandes urbes, como en sus alrededores y con mínima sofisticación logística, despliegan sus cometidos.
En algunos casos, sin duda, es la lógica del cazador, la lógica de la oportunidad, del kairos…en otros, cuando el delito requiera de alguna logística más elaborada, será la del agricultor, el tiempo de la siembra…estudiar detenidamente a la víctima, observar, decidir el momento justo para la cosecha… (Ed. Biblos. Merklen-Svampa, Desde Abajo).
A su vez, la lógica del dominio y del aniquilamiento del otro, la supresión de la alteridad, cuando el que ejerce el poder dominante en la familia no deja otro margen que la participación en el delito para sus hijos. Esto nos remite al concepto de pertenencia y nos sumerge en una interesante paradoja.
Aquí, el delinquir adquiere el carácter de condictio sine qua non, de pertenencia. Pero ¿qué identidad se construye?, ¿al servicio de qué homeostasis familiar, sobre qué áreas movedizas se arma?
El telón de fondo es, sin duda, el de la violencia doméstica, inter e intrafamiliar que ampara desamparando, otorga pertenencia, en tanto sostén narcisista que ampara al sujeto; permite inclusión en el vínculo, dando soporte frente a la vivencia de indefensión. En el caso, los sujetos se defienden, exponiéndose a los mayores peligros donde lo tanático se instala triunfal. El desamparo bajo forma de pertenencia al vínculo, ilusoria sensación de protección del clan perverso. En estos casos, ¿cuál es la ley de pertenencia? La no ley, su negación. En estas vivencias, hay un progenitor-jefe-capo mafia, que dice “yo soy la ley”, eso es lo perverso, ya que no adopta lo que la representación social formadora del Superyo, considera como ley.
¿Qué experiencias afectivas constituyen el hilo que teje el entramado familiar?
La idea de venganza aparece como central en la dinámica perversa de estas familias. Una necesidad, un impulso irrefrenable, cuando Eros se convierte en Thanatos, que tiñe en más o en menos, la vida de cada uno. La violencia es una relación encarnada en sujetos que circularmente y no en forma lineal, desencadenan actos de violencia verbal, moral, psicológica, que pueden convertirse en física, ad intra y ad extra, como quedó dicho.
¿Puede haber algún campo de intervención terapéutica? Normalmente, y casi está demás decirlo, las personas involucradas en estas conductas no asisten espontáneamente a la consulta. Por eso, el pronóstico es desalentador, en tanto será el resultado de la posibilidad de la toma de conciencia del daño propio y ajeno.
Que el agresor sienta un profundo dolor por haber dañado al otro de la relación, poder ponerse en el lugar del otro, con miras a realizar los cambios necesarios para no volver a incurrir en ese daño/dolor. Cuando el daño y el dolor al otro se transforman en propio y si surge la necesidad de repararlo, el pronóstico puede ser más alentador.
Solo tenemos registros de las intervenciones de los equipos interdisciplinarios en el marco de un proceso judicial penal.
Relaciones de Poder y Violencia
Las relaciones de poder constituyen, organizan y atraviesan de un modo u otro, toda relación humana. Siguiendo a Foucault, el “poder-potencia” es el que abre posibilidades, activa capacidades, permite al que lo ejerce y a los otros hacer y ser. Pero la forma de poder que se asocia a la violencia, es el poder entendido como dominio, aniquilación y borramiento del otro.
Destacamos la retroalimentación entre: Poder>Saber>Verdad>Lenguaje.
Situación de los protagonistas de la relación violenta
Decía Isidoro Berenstein: “no hay herida tan profunda para el yo como la sensación de no existir para otro significativo…”.
Generalmente, el agresor justifica su accionar en los actos del otro, aduciendo que se defiende o que fue provocado. Así, culpabiliza a la víctima, consciente o inconscientemente, según se trate de un funcionamiento neurótico, psicótico o perverso/psicopático. Como consecuencia, la ceguera de la propia violencia es la aliada principal de la misma.
La salida de la posición culpable puede acarrear la asunción de la posición víctima inocente, que si no se acompaña de un profundo proceso terapéutico puede llevar a fuertes depresiones o melancolizaciones a partir de la rigidización en la autocompasión.
Testimonio en forma de Comunicación Escrita
Dra. Patricia Tarraubella. Defensora Pública Oficial en lo Criminal y Correccional de la Nación, ante Juzgados de Primera Instancia y ante la Cámara Nacional de Apelaciones de la capital Federal Nº 11. Rep. Argentina.
Familias que del delito hacen una forma de Trabajo
“A través de mi trayectoria como Defensora en lo Criminal de la Nación, he podido intervenir en casos en los que los integrantes de una familia cumplían diferentes funciones para la concreción de una o más actividades delictivas. Algunos han adquirido notoriedad mediante los medios de comunicación, hasta el punto de llevar esas historias guionadas al cine o la televisión, en particular, el caso Puccio.
En esta familia de San Isidro, con las connotaciones socioeconómicas del lugar, el padre ejercía una fuerte autoridad patriarcal frente a su familia, dedicándose particularmente al secuestro y posterior homicidio de personas, con distintas colaboraciones de todo el grupo familiar, esposa e hijos, en diferentes grados de participación criminal, desde coautores hasta encubridores.
Además de este caso de público conocimiento que ha trascendido las fronteras de la Argentina, me he de referir puntualmente a dos que particularmente me llaman la atención por la asiduidad en que se presentan. El denominado narcomenudeo, en el que intervienen generalmente el hombre de la familia quien trae la idea y el contacto, la esposa que es la que expone su cuerpo para el transporte de los estupefacientes comúnmente denominada mula, y los hijos que los reparten venden.
Esto sucede con muchísima frecuencia en los barrios más vulnerables. Esta actividad es vista por el núcleo familiar como un trabajo que les permite pagar los estudios de sus hijos, dándoles oportunidades económicas que, de otro modo, ellos consideran que no poseerían.
Cabe desatacar que si bien no hay estadísticas acerca de cuántas familias se dedican a esta actividad delictiva, sí en cambio, podemos asegurar que ha aumentado ostensiblemente el número de mujeres encarceladas por su participación en este tipo de delito y a partir de allí, se conocen el resto de las particularidades de las familias señaladas.
Otro delito complejo en el que participan con regularidad en su organización son los secuestros extorsivos, pues requieren de una verdadera organización. En la justicia federal de San Martín -provincia de Buenos Aires-, se resolvió un caso en el que participaban los padres, el hijo y la nuera, resultando detenidos los dos últimos mencionados como autores y los padres como cómplices, pues fueron quienes guardaron el dinero obtenido del secuestro. En este caso, se nota marcadamente la influencia y dirección del padre en todo el accionar delictivo, revistiendo una entidad jurídica menor el resto de la familia.
Asimismo, sucede en los casos en que la familia sabe que el padre y los hijos varones salen por las mañanas y vuelven a la noche a trabajar, considerando así los arrebatos de celulares, billeteras, mochilas. En ocasiones, regalan parte del botín a miembros de la familia, como ostentando un premio meritorio por el trabajo realizado.
Podemos afirmar, finalmente, que de las entrevistas que personalmente he efectuado a lo largo de más de veinte años en mi calidad de Defensora, el 90 % de los familiares conocían perfectamente que su hijo, hija, marido, etc., ejercía la delincuencia y los encubrían.
Son familias con sesgos machistas bien marcados.
Nótese, finalmente, que el miembro de la familia que no delinque es cuidado para que no lo haga y se convierte en el orgullo del núcleo”.
Conclusiones
Por todo lo dicho, resulta que asimilar el delito a la pobreza o a un trabajo resulta francamente repugnante a toda razón.
El concepto de honestidad como otros valores fundamentales, ¿ha sido dejado de lado junto a otros valores, en pos de alguna extraña negación funcional a…?
Un trabajador honesto es el que quiere el bien para él, su familia y la sociedad, aportando su esfuerzo personal para el progreso sin dañar al entorno. Queda así absolutamente diferenciado de un conjunto de personas (en la especie: también unidas por lazos de sangre) que se unen para provocar daños individuales y/o colectivos, haciendo de este accionar su modo de vida.
Puedo entender que los delinquen se refieran a eso como "trabajo", pero creo que es misión de los profesionales (cualquiera sea la rama de la ciencia desde la que se aborde esta problemática) darle a la Palabra la justa dimensión que debe tener.
Los que delinquen son delincuentes y cometen hechos delictivos. Si son varios, habrá una asociación ilícita, haya o no relación parental entre los mismos. Si alguno de ellos ejerce y abusa de su autoridad o superioridad sobre el resto, será un agravante. En términos psicológicos, podemos referirnos a una alteridad arrasada. En el Derecho, la noción de alteridad es fundamental, ya que la relación jurídica es un debitum ad alterum, como lo define Aristóteles en el libro V de la Ética a Nicómaco.
Por otra parte, quienes trabajan son trabajadores.
Cada palabra encierra un contenido propio. Por eso, para definir algo, resulta de toda necesidad elegir y encontrar o inventar la palabra adecuada. Eso marca la diferencia entre un texto o mensaje claro y otro ambiguo, verdadero/falso, ineficaz/productivo.
A mi modo de ver, los profesionales (sean médicos, psicólogos, abogados, etc.) deberían no solo ser claros en el mensajeAnclasino, además, prestar el servicio de enseñar a la sociedad, alertarla sobre los peligros que encierran las ambigüedades del lenguaje.
La forma cómo se comunican las cosas, la utilización de los términos adecuados, otorga al lego elementos para defenderse.
El contexto sociocultural creo, afecta al hombre de hoy, sumiéndolo en un estado de cierto desvalimiento. La relativización de lo absoluto, de las certezas, la inconsistencia de las instituciones y de los vínculos actuales interpersonales y entre las personas con las instituciones, generan un escenario en donde podría pensarse como una de las reacciones posibles y defensivas, la hostilidad y la agresión como modalidad de relación propia de nuestros días.
Aspectos melancólicos y ansiedades paranoides afloran en momentos de extrema angustia e inseguridad en lo afectivo, en lo jurídico, en lo económico y en lo político.
Tal la complejidad de nuestro tiempo, surge la necesidad de articular acciones eficaces, dispositivos que contemplen un abordaje psico-jurídico.
Nos queda por delante un arduo camino a recorrer no sin riesgos. Los propios del desafío y la interpelación constante que se genera ante el asombro y la curiosidad frente a lo novedoso y diverso.
Con rigor histórico o sin él, a Macchiavello se le atribuye la frase: “el fin justifica los medios” y a Gandhi, “nadie puede hacer bien en un aspecto de la vida y mal en otro…la vida es un todo indivisible”. Confieso sentir mayor inclinación hacia esta última.
Agradecimientos
A mis colegas, Lic. Matías Luzuriaga, Lic. Leonel Sicardi, Coordinador del Equipo Escenas de la Clínicade AAPPG, Dra. Patricia Tarraubella, Mgt. Gustavo D’Amuri, María a del Pilar D’Amuri Angeloz y a la Dra. Elsa Palmieri, por su estímulo y sus valiosas comunicaciones orales y escritas.
Bibliografía
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Puget, J., Kaës, R., Violencia de Estado y Psicoanálisis, Biblioteca universitaria, Buenos Aires, 1991.
Carlos Pachuk; Rasia Friedler y colab. Diccionario de las Configuraciones Vinculares. Ed. Del Candil.
Aristóteles, Ética a Nicómaco, Ed. Gredos. Madrid, 1980.
* Abogada. Psicóloga. Docente de Filosofía, Filosofía del derecho y Ética (USAL). Secretaria de Redacción Revista Interdisciplinaria de Familia.