INSPIRACIÓN CONTAGIOSA
Inspiración contagiosa, entrevista a Pedro Tarak | Argentina
Creer, pensar y hacer un mundo mejor hace tiempo dejó de ser una utopía. Hoy es una realidad en la que muchos, con amor y entusiasmo trabajan todos los días.
Pedro Tarak, inspirador nato y uno de los referentes argentinos más importantes a nivel global nos cuenta su historia.[hr]
– ¿Cómo nació en vos la certeza de que un mundo mejor es posible? ¿Cómo te convertiste en un actor de cambio?
La posibilidad de creer en un mundo mejor está dentro de cada ser humano, las condiciones que nos rodean son las que favorecen que se despierte.
Yo creo en un mundo mejor desde que tengo uso de razón y tuve la suerte de tener padres que me hablaban de esto. Soy hijo de inmigrantes que venían de la guerra, Argentina significaba un mundo mejor, había mucha celebración de lo que significaba la paz y la aceptación.
Desde muy chico soñaba con un mundo mejor, y nunca pude quedarme con el sueño. Como el emprendedorismo también estaba muy dentro mío, cuando pensaba en “un mundo mejor” a la vez pensaba “¿Cómo?”. Nunca lo viví como una disociación, siempre estuvieron las dos dimensiones, la visualización de una situación a superar y al mismo tiempo la idea de cómo lograrlo, y este cómo, siempre tenia que ver con muchas personas, nunca yo sólo.
Así fui dando mis primeros pasos con mis compañeritos de colegio, luego de adolescente en un movimiento juvenil y musical, y más tarde en la facultad. Sin embargo fue en el mundo de la contemplación Trapense, en la Orden de los Trapenses (monasterio cerca de Azul, Provincia de Buenos Aires), donde aprendí a discernir por donde iba la cosa. Desde lo sagrado era entenderlo como la voluntad de Dios y desde un plano más físico, era observar por donde van las voluntades colectivas en el contexto de la tierra, la tierra como la casa a la que todos pertenecemos, de la que somos parte.
A lo largo de mi vida, cada vez que veía una problemática en la que había que ser partícipe y no intervenía, me angustiaba, hasta que me involucraba y hacía algo al respecto, entonces mi energía estaba arriba y enfocada. Me di cuenta que esto era recurrente, la angustia la entendí como un indicador, saber que es lo que tengo que hacer vino acompañado de señales físicas.
Esta ha sido mi experiencia con cada una de las iniciativas en las que he estado, pero también para que esto tenga sentido e impacto, tiene que estar resonando con lo que esta pasando en el plano local o global.
De chico mi plano era Argentina, de adolescente empezaba a tener un plano más sudamericano y a medida que iban pasando los años, ese plano de alcance de los sueños, se empezó a globalizar. Entendí que a uno le resuenan las personas, nos conmovemos con las personas y entonces lo que les pasa también nos resuena y vamos encontrando lo que tenemos en común, como lo que se está viviendo a nivel global en relación con la tierra y con la sociedad. Ser de una nacionalidad o pertenecer a una clase social, es solo una casualidad.
Hoy cada vez está más claro que nos están pasando muchas cosas comunes en todas partes del mundo, y el origen de esto es cómo hemos diseñado nuestra economía.
El amor por el poder existe en todas partes, países más ricos, más pobres, el querer dominar al otro y proyectarse uno en la totalidad de los otros, la aspiración de decirle al otro como tiene que vivir su vida la tenemos todos. Cuando uno se da cuenta que esto es parte de la condición humana, entonces dice “voy a ser partícipe de la humanidad y de la tierra, voy a ser parte de la historia del proyecto humano en la tierra”.
– ¿Cómo surge Sistema B? ¿Cuál fue tu recorrido personal para entender Sistema B como la posibilidad y camino del cambio hacia este mundo mejor?
Venía de apoyar a ONGs, pensando que a través de una política pública uno puede lograr la escala, la escala de los sueños, hacer algo bueno o generar soluciones para muchos. Sin embargo, la ficha para repensar dónde se obtenía la escala, me cayó con datos.
En el año 2009, Johan Rockström dio a conocer su Diagnóstico sobre la Salud de la Tierra, en el que presentó el estado de varios grandes ecosistemas planetarios, como clima, biodiversidad y océanos, entre otros y habló, por primera vez, de “límite ecosistémico planetario”. Rockström, decía que en tres de esos grandes ecosistemas: clima, biodiversidad y ciclo de nitrógeno, habíamos traspasado el límite, lo que significaba que aunque dejáramos de producir o hacer aquello que afectaba al ecosistema, éste continuaría destruyéndose.
Esto tiene varias consecuencias, como seres humanos debemos reemplazar los servicios ecosistémicos gratuitos que nos provee la tierra: oxigeno, agua, secuestro de carbono, humedad, biodiversidad. Estos servicios, de los que depende la vida humana, los tenemos que generar pero eso tiene un costo, y hasta ahora en la historia de la humanidad no tenemos experiencia de equidad cuando hay decisiones que tienen consecuencias económicas. Por otro lado también vemos que el riesgo de la convivencia global en situaciones de traspaso de límites ecosistémicos planetarios no es conocido, no se sabe cómo gestionar ese riesgo de la convivencia, entonces por un lado no sabemos cómo reemplazar los servicios ecosistémicos ni cómo gestionar el riesgo de la convivencia en una situación tan novedosa.
Entonces, cuando vi esto dije “estamos en el horno” y me angustié, y así comencé el fenómeno de la angustia que me caracteriza. Todo esto fue en el año 2009, en ese mismo año, fui a Copenhague, a la Conferencia del Cambio Climático, y ahí mi expectativa era ver cuándo y dónde se colocaba el interés general de la humanidad en la negociación. ¡No ocurrió en ningún momento!
En la negociación política se discutía el interés nacional que cedía o ganaba un país frente a otro, por lo tanto las delegaciones nacionales no daban el paso adelante para instalar la idea de interés global por encima del interés nacional.
Entendí que la política no nos iba a dar soluciones, y dije “estamos más aun en el horno”, porque el modo que nos hemos organizado es a través de la política para poder resolver los problemas compartidos de gran escala.
Mi angustia siguió creciendo, me di cuenta que la cuestión era ver qué nos toca como generación en el proyecto de la humanidad en la tierra. Ahí comencé a pensar que como yo, todos los integrantes de la tierra toman decisiones económicas, y si cada decisión económica la integramos con lo social y ambiental entonces existe la posibilidad de lograr respuestas muy aceleradas a los problemas que estamos compartiendo.
Ese fue mi razonamiento, entonces me propuse buscar al actor principal, que por su número resultaron ser las empresas, así se lograría gran escala sin tener que esperar la evolución de la política para crear bienes públicos en función del interés general global y local.
A partir de este pensamiento empecé a involucrarme personalmente con algunas empresas, pero con otra lógica guiada por mi pasión por cambiar el mundo que proviene de las ONGs, mi pasión por lograr escala a través de la política y al mismo tiempo mi pasión por las decisiones mayoritarias para que las acciones sean integradas e impacten en lo social, ambiental y económico.
Compartí esto con mis amigos y nos dimos cuenta que nuestros intereses convergían. Había llegado el momento de crear organizaciones que se dediquen a la evolución de la economía, para que los ciudadanos comencemos a participar en la construcción de la economía del futuro, ya no como algo de los poderosos, algo de los gobiernos, algo de los ricos, sino como algo de la ciudadania en general.
Cuando tomé conciencia de todo esto, sentí que tenía que dedicarle toda mi energía, debía meterme en las empresas, en las nuevas economías y tenía que seguir lo global. Era lo único que sabía.
Cuando Alex Pryor, fundador de Guayakí (www.guayaki.com) me invitó a integrar su directorio, me di cuenta que era posible esta nueva forma de organización humana, que es económica, social, y ambiental. La llamamos empresas porque tienen forma de empresas y funcionan en el mercado, pero también podríamos decir que son una evolución de la ONG y constituyen una manera de contribuir a la política pública.
En ese momento no tenia conciencia de las Empresas B, sólo contaba la historia de Guayakí, hasta que me di cuenta que había más empresas en el mismo camino.
En el 2011, mientras daba una charla en la Universidad Torcuato Di Tella sobre emprendedorismo y contaba algo de estas nuevas empresas, alguien del público, un americano, me dijo que esto ya existe en su país. Ese mismo día, decidí compartirlo con mis amigos y les envié el link sobre B Lab y Empresas B, en el mismo momento me llega el mail de María Emilia Correa (Co Fundadora de Sistema B) con el mismo link, lo tomamos como una señal y los cuatro fundadores de Sistema B viajamos a EEUU.
Ya no existe en mi cabeza lo económico que no contenga lo social y lo ambiental, por lo tanto es una resignificación de lo económico, pero no significa la exclusión de lo que entendemos por económico, significa la integración. Cuando el Papa dice “esta economía mata, esta economía empobrece”, también esta diciendo que esta economía esta diseñada para empobrecer. Por lo tanto, si es un tema de diseño de la economía, empecemos por el actor principal, que son las empresas y ampliemos el menú de organizaciones humanas empresariales para que tengamos en el sistema económico la prevención y la solución, de lo contrario es muy caro y no llegamos a tiempo.
Así nos enamoramos de las Empresas B, y decimos que Sistema B se crea para hacer una economía integrada, social, ambiental y económica, para generar el bienestar de la personas, las sociedades y la tierra. Una economía con los indicadores económicos redefinidos, y esto lo hacemos priorizando la construcción de una comunidad de empresas con el doble propósito de resolver problemas sociales y ambientales y de satisfacción de necesidades de mercado; y Empresas B que además del propósito se someten a una evaluación externa, certificación y recertificación, publicidad de su información y la ampliación de la responsabilidad fiduciaria.
Sistema B, además, tiene el compromiso de apoyar la construcción de otras comunidades (la sociedad civil, política, académica y grandes actores de mercado) para construir condiciones de integración, interconexión y confianza hacia la diversidad y la unidad, para que juntos tratemos de ser solución al tipo de problemas masivos globales con los que estamos conviviendo.
Oportunidades de ser Empresa B
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