EL CHINO de Henning Mankell
Mankell es un escritor sueco, nacido en Estocolmo en 1948, muy conocido en Europa y en América por sus novelas policiales que tienen como personaje al detective Kurt Wallander, el único policía en el planeta que ama la ópera. Este detective moderno incluso llegó a la pantalla grande en forma de serie con el inglés Kenneth Branagh como actor y productor.
El chino, sin embargo, no es una novela policial, ni tampoco su protagonista es Wallander, es una novela de género negro, cuyo personaje principal es Birgitta Roslin una jueza sueca.
La novela, otra interesante interacción entre derecho y literatura, comienza con el juramento de Roslin al asumir su cargo:
Yo, Birgitta Roslin, Juro y declaro por mi honor y conciencia mi deseo e intención de hacer justicia fielmente en todo tiempo conforme a mi mejor criterio y conciencia, tanto para el pobre como para el rico, y juzgar según la legislación y normativas de Suecia; que nunca tergiversaré la ley ni favoreceré injustamente por parentesco directo o indirecto, por amistad, envidia, por mala voluntad o por temor, ni aceptará sobornos, regalos ni otras prebendas, cualquiera sea la causa que juzgue; asimismo, tampoco imputaré a aquel que no es imputable ni declararé inocente al que no lo es. Juro igualmente que, ni antes ni después de la sentencia, revelaré a los implicados en una causa los términos de los consejos que el tribunal celebre a puerta cerrada. Todo esto lo mantengo y lo mantendré como juez justo y honesto´.
Ratatengansbalken 4 kap. 11S
(Código de Derecho Procesal, capítulo 4, párrafo 11)
Juramento del cargo de juez
La belleza del juramento desnuda la historia profunda o subterránea de la novela. El padre de Mankell fue juez en Suecia y obviamente influyó a la hora de elegir la protagonista. El escritor conocía de primera mano el mundo judicial ya que durante años vivió en una vivienda contigua al edificio del juzgado en el cual se desempeñaba su padre.
La elección del personaje en clave femenina no parece ser casualidad sino fruto de la necesidad de poner distancia con su propia historia personal, mediatizando su experiencia. Mankell es un autor al que le gusta misturar la investigación con la ficción.
Una helada mañana de enero de 2006, un fotógrafo hace un descubrimiento aterrador: en el pequeño pueblo de Hesjovallen aparecen brutalmente asesinadas diecinueve personas. Ante semejante atrocidad, la policía sospecha que puede tratarse de la obra de un perturbado. Sin embargo, la jueza Birgitta Roslin, en Helsingborg, al leer el suceso se entera de que entre las víctimas se encontraban los padres adoptivos de su madre, August y Britta Andrén; cuando busca más información, descubre que también en Nevada, Estados Unidos, ha muerto asesinada una familia con el apellido Andrén.
Una sospecha comienza a abrirse paso en su mente. En el lugar del crimen se ha encontrado una cinta de seda roja, y Birgitta, luego de muchas cavilaciones, cae en la cuenta de que es una de las cintas que cuelgan de los farolillos de un restaurante chino de Hudiksvall, su lugar de residencia. En sus investigaciones (sí los jueces investigan allí parece), Birgitta descubrirá la conexión china en el asunto y viajará hasta Pekín, donde se verá involucrada en la cruenta lucha de poderes dentro del Partido Comunista Chino que se debate entre los viejos y los nuevos ideales maoístas, entre el viraje al libre mercado y la resistencia de la línea interna dura de estirpe comunista.
Birgitta es una juez sueca de casi 60 años, con un matrimonio que parece apagarse lentamente en la letanía de la rutina diaria, Con Staffan, su marido, son buenos amigos y capaces de darse seguridad, pero el amor y el placer sensual de estar cerca el uno del otro había desaparecido por completo. Es una persona bastante individualista e intuitiva, uno de esos héroes solitarios que tanto les gustan a los lectores de las novelas de crímenes.
Sus opciones personales quedan claras cuando un día frío se detiene frente a un escaparate de una tienda de ropa femenina a mirar un traje que le interesa, pero cuyo precio la alarma. Enseguida piensa: con lo que vale aquel traje de color azul oscuro podría comprarse muchas botellas de excelente vino tinto.
Birgitta ignora que todo se remonta a una vieja historia del año 1860, cuando miles de chinos fueron llevados a Estados Unidos a trabajar casi como esclavos en la construcción del ferrocarril en la costa oeste. Las consecuencias de esa dramática odisea, encarnada en los descendientes de los hermanos Wu, San y Gou Si, llegan hasta la conflictiva pero poderosa China del siglo XXI, donde cruentas luchas de poder en el seno del Partido Comunista Chino están decidiendo el futuro del país a las puertas de los Juegos Olímpicos. Pero su persecución
del asesino, en solitario y al margen de la policía, se interrumpe en cuanto Birgitta siente en la nuca el aliento frío de quienes quieren acabar con su vida.
Birgitta será sometida a una implacable persecución que la pone en grave peligro. Su temple y su sensibilidad serán puestas a prueba. El chino es una novela global que sitúa a los lectores no sólo en la Suecia y la China actuales, sino también en escenarios que, en el siglo XIX, fueron testigos de grandes dramas.