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EL SUEÑO del SEÑOR JUEZ

Autor: Carlos Gamerro

Editor: Edhasa

Colección: Edhasa Literaria

 

1887, en algún lugar la pampa profunda, casi en el límite entre civilización y barbarie, el recientemente designado juez de paz de la localidad de Malihuel, Don Urbano Pedernera se despierta una noche sobresaltado de un sueño en el cual un vecino del lugar, Rosendo Villalba, le meaba las paredes recién terminadas de pintar del juzgado a su cargo. “-¡Hijo de puta! -masculló temblando de indignación mientras se desentreveraba de un tirón de la sábana sudada-. ¡Ahora me va a oír ese!

Indignado, el juez hace comparecer al reo al juzgado a las cinco y veinte de la mañana y pese a las negativas del “gaucho bruto” que manifiesta haber estado en su rancho toda la noche, lo condena, con la sola evidencia personal onírica, en fraganti delito, a pagar 100 pesos de multa y una semana de trabajo voluntario en el juzgado, en suspenso, hasta que lleguen los ladrillos.

Con esta historia comienza el “El sueño del Sr. Juez” de Carlos Gamerro (Buenos Aires, 1962). A medida que la historia crece los sueños se vuelven recurrentes y otros pobladores que, según el juez, intentan mancillar su proyecto colonizador, son condenados apenas después que el juez despierte. Los pobladores de Malihuel deberán cuidarse: las pesadillas del juez se han vuelto evidencia de ley. 

Atribulado primero, enardecido después, noche tras noche sueña con las faltas que cometen los habitantes de ese pueblo fronterizo de la pampa, a los que va ajusticiando con poder omnímodo y despótico. El destino de las personas no se encuentra en la vigilia, sino en lo que realicen cada noche en los sueños del señor juez.

Los sueños derivan en paranoia judicial, el juez sueña una y otra vez que viene el malón, y este no llega, sueña en la siesta que el pulpero tiene trato secreto con los indios, que le vende la yerba mate, el azúcar, el licor y las telas a cambio de protección. Los dispersos habitantes de ese paraje inhóspito y fronterizo empiezan a otorgar un valor profético u oracular a los sueños del juez y a seguir, de alguna manera, la senda que estos marcan. “¡Como se simplificaba el ejercicio de la justicia de esta manera!”

Con una dosis de humor importante y una escritura generosa, Gamerro narra una historia alucinante en un desierto lleno de desmesuras donde la patria comienza a nacer. A partir de la figura del juez Urbano Pedernera y su particular forma de realizar justicia se estructura la vida de un pueblo de gauchos, exiliados, indios y conversos.