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RÍO GALLEGOS: "ESCUELITA PARA VIOLENTOS"

En Río gallegos hay un taller para machistas violentos. El espacio funciona para reeducar a los varones que maltratan a sus parejas. Sus miembros son derivados por la Justicia y se los reeduca contra los micromachismos que naturalizan el sexo forzado, o la posesión de las mujeres, ayudándolos a construir las nuevas masculinidades ¿Cómo funciona la escuelita para violentos?

El espacio se llama “Habilidades para la Vida” y funciona en el ámbito de la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Cruz, a raíz de un convenio firmado con el Tribunal Superior de Justicia.

En ese dispositivo, que fue tomando dimensiones de trabajo cada vez más demandante como parte de una reacción clara de los varones al movimiento de mujeres, hay una sola persona al frente de todo, el psicólogo Rubén Fernández.

Con formación en violencia familiar en la UBA, Rubén trabajó en el Sindicato de Amas de Casa de su provincia, Santa Fe, donde ejercitó las formas de de-construir una violencia de género culturalmente aceptada.

El lugar también es abierto para todo público, pero hasta ahora sólo van los hombres que están obligados y que tienen que cumplir con  18 encuentros.

“Este no es un espacio terapéutico, es psico-educativo” aclara Fernández, explicando que la diferencia está en que “lo terapéutico conlleva más tiempo y esto se trata de construir la identidad masculina, las cuestiones de género y temáticas que tienen que ver con el control de la ansiedad, de la ira, el desarrollo de la certividad, esa capacidad de plantear algo sobre lo que cree tener derecho y este año agregamos el apego, para pensar cómo se construyen las relaciones”.

El apego no es un tema menor, ya que por ejemplo en Río Gallegos, tanto Walter Ramos, el femicida de Antonela Jaimez, como Jorge Huenumil, femicida de Romina Barría, mostraron que lo que los impulsó a matar fue no haber aceptado que ellas decidieran ponerle fin a la relación.

“Lo que hay en el fondo es miedo a estar solo, a sentirse abandonado, más allá de la cuestión de pérdida de control, de la reproducción del patriarcado y del exceso de control sobre el otro” asegura el psicólogo.

El espacio funciona desde hace cuatro años en el CIC Belén y los varones que concurren son todos derivados de los Juzgados de Familia, del fuero penal y ahora también se sumó el Juzgado Federal.

Las experiencias que se dieron hasta el momento son positivas y esperanzadoras frente a una mirada que puede suponer que un violento no puede reeducarse, básicamente porque muchas de las ideas que sostienen el machismo están atravesadas por creencias populares.

“A contramano de lo que muchos plantean, que es muy difícil rever el ejercicio de la violencia, sólo vi cuatro casos que han vuelto obligados por la Justicia, eso no es ni el uno por ciento” aseguró.

Los varones que van a “Habilidades para la Vida”, lo hacen con muchísima resistencia, sobre todo porque sobre ellos pesa una orden judicial y la amenaza de consecuencias mayores si no aceptan la terapia.

Todo lo que se hable ahí, en grupos de entre 10 y 12 personas, es absolutamente privado y antes de admitirlos, se les toma una entrevista personal.

“Nosotros les planteamos que no somos quienes juzgamos, eso lo hace la Justicia, pero sí condenamos todo tipo de violencia” dijo el coordinador.

Los hombres que van al dispositivo son por lo general de entre 30 y 40 años y es realmente bajo el porcentaje de casos con características psicopáticas. Lo que sobran son varones “a los que les cuesta entender que es una cuestión cultural y de aprendizaje. Es evidente que detrás del chiste, están los micromachismos. Por lo general son personas queribles, afectuosas que después terminan mostrando lo que son realmente”.

Claramente las personas que superan los 40 son las más reticentes a discutir estos temas. Porque piensan que las mujeres están sólo para cuidar de la casa y de los chicos, porque creen que les pertenecen, porque les enseñaron que abrirse a las emociones y aceptar una ruptura es de maricones.

“Un tema que llamó la atención fue que para muchos forzar la relación sexual en la pareja es normal y se sorprenden cuando uno les dice que es un delito” explicó Fernández, en esta revisión constante de lo que parece estar socialmente aceptado y hoy se interpela con el movimiento de mujeres.

Hay muchas formas de micromachismo. “Por ejemplo tocan el timbre y el hombre le dije ‘che negrita, parece que tocaron la puerta’. Ese es un sutil mecanismo de dominación, imperceptible pero genera el desgaste. O el que tiene el control remoto todo el tiempo en la mano y se ve lo que a él le gusta, el que marca el territorio dejando su ropa tirada, o ‘Mirá que el nene está llorando, encárgate vos que sos la madre’”.

Si bien terminar con los 18 encuentros no garantiza que esos varones no vayan a ejercer violencia otra vez, Habilidades para la Vida es un espacio válido para replantear por qué muchos varones siguen entrampados en la violencia machista. Por eso, para Fernández este dispositivo debería llegar “a otros espacios abiertos como el colegio, donde la cuestión de género debe estar marcada en todos los niveles”.