EL DESEMPEÑO DE LOS JURADOS
Cada vez que se hace un juicio por jurados se realiza una encuesta anónima a los jueces y juezas ciudadanos: una antes de comenzar al debate y otra al finalizarlo. Los resultados son por demás interesantes y valen la pena analizarlos, ya que nos permite sacar algunas conclusiones.
La primera cuestión que salta a la vista es la opinión que los jurados tienen de la justicia penal. Antes de iniciar el juicio existió una coincidencia unánime: su respuesta fue “regular” (y opino que dijeron “regular” por tratar de ser condescendientes). Sin embargo, luego de transcurrido el juicio, después de más de 12 horas de debates, al volver a ser preguntados por la misma cuestión, el 80% de los jurados modificó su punto de vista y respondió que ahora su opinión era “buena o muy buena”. Y, me parece, ese cambio de opinión, puede estar muy relacionado con dos temas: el contacto directo con el desarrollo de un juicio y el trato que recibieron por parte de los operadores judiciales. Todos los jurados contestaron que habían sido “bien o muy bien” tratados por las personas que estuvieron en contacto con ellos. Y aquí tengo que hacer un especial reconocimiento a los empleados y funcionarios judiciales, pero también al personal policial, que siempre hacen una prioridad que los jurados se sientan cómodos y cuidados. Este cambio en la relación entre quienes nos desempeñamos en los ámbitos judiciales y la ciudadanía es del todo relevante a la hora de cambiar la percepción de la población sobre la función del Poder Judicial.
La segunda cuestión es la expectativa de los jurados respecto del juicio para el que fueron convocados. Cuando inicialmente preguntábamos sobre esta cuestión, existía una coincidencia en manifestar que se sentían “preocupados” o con “responsabilidad”. Eso podía apreciarse en sus rostros, como ocurre en todos los juicios por jurados. Gestos de incertidumbre y temor. Sin embargo, al cabo del juicio, todos, sin excepción, dijeron que su sensación era de satisfacción, coincidiendo en afirmar que consideraban haber hecho un aporte a la solución del pleito.
En este mismo orden de ideas, es conmovedor comprobar, para quienes defendemos el juicio por jurados, que la totalidad de los convocados contestaron, sin lugar a dudas, que si volvieran a ser llamados se volverían a desempeñar como jurados.
Otro aspecto desmitificador es la comprensión de la ciudadanía sobre su rol. Todos los jurados, sin excepción dijeron que habían entendido, sin inconvenientes, lo que ocurrió en el juicio, lo que le dijeron los abogados que representaban a las partes y las instrucciones que les dio el juez, que fue la parte que me toco hacer. El antijuradismo vernáculo y de otros sitios del orbe vaticinó, con un elitismo digno de mejores causas, que “la gente” no estaba preparada para ser jurados, que en nuestro país no existía una cultura y preparación para esa responsabilidad y otra serie de afirmaciones de esa índole. Pero, el antijuradismo no puede responder el motivo por el cual tenemos que suponer que los abogadas y abogados, peritos en leyes, somos más aptos para comprender si un hecho ocurrió o no ocurrió. Algo tan simple y sencillo como eso.
Luego de 20 años de desempeñarme como juez profesional, de haber juzgado cientos de casos, me alegro que la vida me haya dado la oportunidad de intervenir en este tipo de juicios y hacer pequeños aportes para su consolidación. El juicio por jurados no ha hecho más que reafirmar mi convicción en el sistema democrático y en la madurez del pueblo argentino para afrontar todo tipo de desafíos.