LA INVENCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS
Lynn Hunt - Traducción de Jordi Beltrán - Tusquets. Buenos Aires, 2010 - 288 páginas.
En el desafiante libro “La invención de los derechos humanos”, la americana Lynn Hunt, elabora una verdadera prehistoria de la aparición y desarrollo de los derechos humanos, a partir del concepto de empatía y su especial relación con la literatura.
Luego de una breve historia de los derechos humanos, la autora señala la dificultad de definir estos derechos, desde el comienzo mismo de su “invención” (siglo XVIII), con la Declaración de Independencia de los Estados Unidos que se convertía en la primera proclamación de los derechos humanos ¿Cómo es posible que sus autores, pertenecientes a una sociedad construida sobre la esclavitud, sostuviesen que “todos los hombres son creados iguales y disfrutan de ciertos derechos inalienables”?
A partir de este punto de partida Hunt nos sorprende con la idea que la existencia de los derechos humanos depende tanto de las emociones como de la razón. Los derechos humanos se hicieron evidentes, elemento decisivo de su historia. La pretensión de evidencia se basa en última instancia en un atractivo emocional; es convincente si toca la fibra sensible de toda persona. Además, estamos casi seguros de que se trata de un derecho humano cuando nos sentimos horrorizados ante su violación.
Esta idea de los derechos humanos como sentimiento interior compartido por muchas personas, no solo los filósofos que escriben sobre ellos, sino muchas y distintas personas, que depende tanto de la razón como de las emociones (Diderot), sugiere que los derechos humanos no son simplemente una doctrina formulada en una serie de documentos internacionales, sino que descansan sobre una determinada disposición hacia los demás, sobre un conjunto de convicciones acerca de cómo son las personas y cómo distinguen el bien del mal en el mundo secular.
Para ello, lleva a cabo un sugerente cambio de perspectiva en la discusión sobre los derechos humanos, que normalmente se ha desarrollado en el terreno jurídico y filosófico, y que Hunt, por su parte, traslada al ámbito de una historiografía multidisciplinar.
Nuestra autora analiza novelas epistolares como “Julia, o la moderna Eloísa” (1761) de Jean-Jacques Rousseau o “Pamela” (1740) y “Clarissa” (1747) de Richardson, y sostiene que estas novelas generaron que sus lectores se identificaran con personajes corrientes que les eran desconocidos en su propio mundo. El lector experimentaba empatía por ellos, sobre todo por la heroína (los personajes femeninos que sufrían) gracias al funcionamiento de la propia forma narrativa. Así, mediante el intercambio ficticio de cartas, las novelas epistolares enseñaron a sus lectores nada menos que una nueva psicología, y en ese proceso echaron los cimientos de un nuevo orden social y político que sentó las bases para la invención de los derechos humanos.
Los derechos humanos, según Hunt, se fundamentan a través de una “empatía imaginada” por un nosotros, casi por un acto de fe, de imaginación para asumir que otra persona es igual que tú, que tiene los mismos derechos.
Su argumentación se fundamenta en la idea de que la lectura de crónicas de torturas o novelas epistolares tenía efectos físicos que se traducían en cambios cerebrales y reaparecían como conceptos nuevos en la organización de la vida social y política. Nuevas formas de leer (y ver y escuchar) crearon nuevas experiencias individuales (empatía), que a su vez hicieron posibles nuevos conceptos sociales y políticos (derechos humanos).
Un libro audaz pero verosímil que nos enseña a pensar los derechos humanos desde una perspectiva distinta. Los derechos humanos son un invento humano, no son perfectos ni mucho menos, pero, sin ellos, el mundo sería un lugar más inhóspito. El libro, de alguna manera, nos ayuda a pensar y entender por qué esta invención es clave en nuestra humanidad.