NI NENA NI NENE: las historias de los que eligieron vivir sin un sexo definido
Aunque la aceptación social es más rápida en Internet que en la vida cotidiana y la legislación, ellos ya asumieron su nueva identidad y no la ocultan. Otro capítulo del debate de género.
Cuando iba al jardín de infantes, “Facha” pedía que le compraran muñecas. No les hacía upa ni les cambiaba los pañales: las descabezaba y con la cabeza improvisaba una pelota que pateaba por toda la casa. Una casa en la que los objetos de color rosa aparecían rotos con una frecuencia inusitada y en la que, en palabras de Bárbara Magarelli, la mamá de “Facha”, “había una persona que no estábamos viendo, pero que enseguida supimos que siempre había estado ahí”.
La ley de identidad de género, sancionada en 2012, fue la que permitió que “Facha” pudiera cambiar su documento en 2014. En los primeros cinco años de vigencia, hasta mayo de este año, más de 5.700 personas cambiaron su género en el DNI, según el Registro Nacional de las Personas. La ley establece que la identidad de género es “la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo”.
Sin embargo, los géneros femenino y masculino, únicos posibles en la confección de un nuevo DNI, no representan todas las historias. En Internet, donde el debate se mueve mucho más rápido que la legislación, algunos foros sostienen la existencia de 35 géneros, otros de más de 100 -el Defensor Global LGBT de la ONU suscribe una lista de 112- y, en Argentina, Facebook ofrece 54 opciones: “intersex”, “andróginx”, “pansexual” y “poliamorosx” son sólo algunas. Es que el número está en constante revisión porque depende de cómo se auto-percibe cada persona.
“Me autopercibo de género fluido, es decir, que puedo transitar más de una identidad de género en forma simultánea”, dice SaSa Testa. Es docente de castellano, literatura y latín en escuelas de Villa Soldati, Caballito y Barracas, y su nombre es una síntesis de Sabrina y Santiago. “Mi DNI dice ‘Sabrina’, pero nunca me sentí totalmente bien en el género femenino, ni totalmente bien en el género masculino, y creo que hay que romper con esa lógica binaria. La identidad de género es algo que cada persona va transitando con su subjetividad y su cuerpo y no tengo por qué decirte qué soy: si querés, sentate, hablemos, conoceme”, reflexiona.
“La naturaleza es sabia: cuando nací, me agujerearon las orejas para ponerme aritos, pero se me infectaron y tuvieron que sacármelos. Me los volvieron a poner, pero a los 8 años dije que no los usaba más. En la infancia, no me identifiqué nunca con las muñecas o los maquillajes, pero tampoco con los juegos y las prácticas violentas típicas de los varones”, asegura. La primera vez que SaSa se llamó Santiago fue en 2014: “Lo sabía desde antes, pero no lo decía. Supongo que por prurito y por temor a los prejuicios, pero fue un alivio enorme por decirles a otros y decirme a mí”.
Leandra, que tiene 18 años, estudia Medicina y se auto-percibe como “andrógina”, explica: “Me gusta que no se sepa del todo qué soy, que no esté definido. Mi DNI dice Leandro, pero desde hace un año soy Leandra: mi familia y mis amigos me bancaron en todo, pero denuncié a McDonald’s ante el INADI porque no me dejaban hacer trabajos que sólo le asignaban a mujeres. No me identifica del todo el género femenino, ni el masculino: lo que me identifica es que eso no importe. En la escuela iba al baño que tenía más cerca o al del género de la persona con la que estaba charlando en el recreo”. Cuando tenía 15 años, Leandra inventó su propio personaje como drag-queen: “Con el tiempo me di cuenta de que los rasgos de femineidad que tenía ese personaje no terminaban allí sino que eran parte de mi personalidad, es decir, que estaban conmigo cuando yo desmontaba al personaje”, cuenta.
Para que su apariencia sea “menos masculina” -según define-, Leandra se sometió a varias intervenciones: se limó la nuez de Adán y aumentó sus pómulos. “También me puse implantes mamarios pero poco, porque no quiero un cuerpo típicamente de mujer, no quiero corresponder a la forma típicamente binaria de la sociedad”.
Para SaSa, una de las reivindicaciones posibles para romper con ese esquema binario es que los DNI no tengan ningún género definido. “El DNI termina determinando toda una lógica de gestión de la corporalidad y de la subjetividad: no hace falta el dato ‘femenino’ o ‘masculino’ para determinar quién sos”.
Desde 2014, Facebook habilitó para las cuentas radicadas en Argentina 54 opciones para personalizar la identidad de género. Son muchas más que las dos -”femenino” y “masculino”- que avala el DNI argentino, más allá de que por ley, todas las identidades de género auto-percibidas deban ser respetadas. Algunas de esas opciones tienen que ver con condiciones biológicas. Es el caso de “intersex”, que representa a personas que, al momento de nacer, presentan características femeninas y masculinas en su genitalidad, su composición hormonal o su esquema cromosomático. Otras opciones son “trans”, “cysexual varón”, “pansexual mujer”, “queer” o “neutro”. Valeria Pavan, vicepresidenta de la Comunidad Homosexual Argentina, sostiene: “Una de las dificultades más frecuentes para las personas que se replantean su género es que faltan políticas públicas que piensen representaciones del género que vayan más allá de lo binario”.