LO CONTRARIO A INSEGURIDAD NO ES SEGURIDAD, ES CONVIVENCIA
Jorge Melguizo, integrante del grupo que transformó Medellín, que ostentaba el dudoso mérito de ser una de las ciudades más violentas del mundo y que logró reducir la tasa de homicidios en un 95%, afirma que:
LO CONTRARIO DE INSEGURIDAD NO ES SEGURIDAD. ES CONVIVENCIA.
Tan simple como eso, pero de una potencia tremenda. Un concepto que requiere el trabajo desde todos los sectores involucrados en la vida social. Gobernantes, funcionarios judiciales, profesionales, empresarios, comerciantes, instituciones intermedias y, principalmente, la ciudadanía. Todos deben involucrarse en este cambio.
Es un cambio progresivo, no instantáneo pero, creemos, efectivo.
Se trata de pensar la ciudad como una totalidad con distintas realidades, dejar de propiciar el miedo y la vulnerabilidad y fortalecer los tejidos sociales. Donde hay barrios con poblaciones mixtas, con diversidad de realidades, hay riqueza social. Hay que hacer fuerte esta idea para que crezca la confianza y los vínculos entre los vecinos.
Las articulaciones son variadas, así como los plazos operativos. Es necesario recabar información para tener una visión más completa de la realidad. Un Observatorio del Delito, que no se limite al mapeo y que analice de modo inteligente la conflictividad, puede suministrar estadísticas reales y dinámicas sobre el origen, y no solo sobre los efectos, de la casuística.
Necesitamos desarticular la ruptura del tejido social. La ciudad no puede darle la espalda a los sectores “problemáticos”, ya que se genera más segregación y exclusión, derivando en una fragmentación social que constituye la principal base de la inseguridad.
La “criminalidad cero” es un estado utópico de paz social, jamás alcanzado, pero creemos firmemente que el registro y la inclusión de los grupos excluidos (a veces se trata de barrios enteros a los que la ciudad pareciera desconocer) daría como resultado un descenso en las tasas de robos e intrusión a la propiedad.
Desarmar la sensación de gueto con la llegada del alumbrado público y demás servicios propios de la vida moderna (cloacas, agua, electricidad, etcétera), inclusión en los recorridos de los servicios de transporte y todo lo que haga falta para que los sectores marginales no sientan que se los deja de lado, que no se los considera “vecinos”.
Trabajar el tema de la escolaridad y la inasistencia. Trabajar el tema de la recreación y los deportes. Trabajar el tema del desarrollo cultural y artístico. Puede hacer más por la inseguridad un profesor o una profesora de gimnasia que diez policías.
Hay que generar confianza. La desconfianza lleva a la disminución de la convivencia ciudadana y la convivencia cultural. Cuando los grupos (barrios) no se conectan unos con otros se genera exclusión. Por eso hay que reunirse con todos los actores necesarios. Nadie debe quedar fuera de la mesa de diálogo. Escuchar las necesidades de los vecinos es prioritario. Cortar la creencia (o acaso la realidad) de que nadie hace nada por los más necesitados, porque de esa manera el vínculo “afectivo” con el resto de la sociedad queda dañado y la sensación de no pertenecer alimenta el desapego social y la indolencia ante la decisión de delinquir. Los agujeros negros de vulnerabilidad social producen y reproducen delincuencia.
Crear también Observatorios Ciudadanos: saber cuál es la problemática, casa por casa, vecino con vecino. Lograr una red de observatorios que funcionen en los barrios y se comuniquen entre sí. Aumentar el estado de convivencia, detectar los líderes barriales, lograr resultados. Esos observatorios estarían conformados por vecinos que se organicen y articulen con el Estado municipal. Los ojos de los vecinos más todo lo que pueda aportar el Estado. Esto genera un impacto directo.
El modelo reactivo, está comprobado y demostrado, no funciona. Hay que hacer prevención y dirigir las políticas públicas a problemáticas específicas. Trabajar con el objetivo puesto en la cultura de la legalidad democrática para lograr el empoderamiento de los actores sociales.
La policía cumple un rol fundamental, es menester interesarlos en estos temas y lograr en la institución una mirada diferente sobre los conflictos y los derechos humanos y su capacidad y posibilidades de gestionarlos sin recurrir a la violencia.
Sucederán eventos no gratos, sepámoslo, porque la violencia y el delito no van a desaparecer. Pero estamos convencidos que la frecuencia y la intensidad tenderá a decrecer. Lo importante es no sucumbir a la presión la parte de la sociedad que, ante el primer hecho violento, experimente como un fracaso estas políticas y tratare de impugnarlas en favor de medidas represivas (y regresivas, nos atrevemos a decir) que traerían una falaz sensación de solución inmediata.
Hoy nos encontramos en un contexto de baja probabilidad de elaboración por parte de la sociedad sobre los temas relativos a la seguridad, ya sea por inducción mediática, ya sea por desconocimiento de las posibles acciones a implementar o por desesperanza lisa y llana. Es nuestra tarea, es decir, tarea de todos, revertirlo logrando un contexto de alta participación y conocimiento.
Todos los actores involucrados debemos comprometernos firmemente. La seguridad pública no ocurre por generación espontánea.